LA LECCIÓN DEL EXILIO
Hernán Lugo-Galicia
Florida - EEUU
Hui y dejé atrás, no sólo recuerdos, empleo, familia, amigos y quereres.
Dejé a un país en agonía, indefenso ante una tiranía que asfixia cualquier intento de libertad.
¿Por qué hui? No por cobardía, ni miedo.
Durante 30 años ejercí el periodismo y me enfrenté a la IV y a la V repúblicas con la misma convicción y principio: Decir la verdad. Por ello, fui censurado y castigado a finales de los noventas y principios de 2000.
Fui amenazado por el barinés, aquel que saltó el poder y luego llegó por elecciones y quiso perpetuarse en eĺ, en 2007 cuando se negaba a admitir su derrota ante una reforma constitucional que, como autócrata, impuso vía decretos, y escribí la crónica “Un Chávez iracundo se negaba a admitir su derrota”. Nada irrita más a un dictador que ser descubierto en su fechoría y ser retratado en su maldad.
Me tildaron de apátrida, de contrarrevolucionario y cuanto epíteto existe en la jerga chavista para descalificar al adversario o al otro que expone sólo la razón de los hechos.
Las amenazas se convirtieron en hechos concretos, al punto que tuve que mudarme de mi casa porque así, creí, que protegería a los míos. Sin embargo, no fue así: El régimen tiene como estrategia golpear a los cercanos, a los afectos de uno. Y fue así como los colectivos agredieron, de manera verbal y física, a quienes compartían conmigo su vida, la profesora Marilyn Quintana y su madre, Estela Mantilla, por el hecho de estar a mi lado y por sus posiciones antichavistas.
Al pasar los años, fui demandado por el ex jefe de la Disip, general Hugo Carvajal, por informar la razón por la cual hoy está en proceso de extradición de España a EEUU, sus vínculos con el narcotráfico. Luego, fui amenazado por el mandamás Diosdado Cabello; y recibí la oferta generosa de 4 coñazos y el paredón de la revolución, por parte del ex vicepresidente Elías Jaua.
Las razones para salir de Venezuela eran obvias: De haberme quedado estaría preso en El Helicoide; casa y país por cárcel; y sin trabajo, pues Cabello se quedó o robó la rotativa y la sede del diario en el cual trabajé por 20 años, El Nacional.
Estoy aquí en EEUU tratando de adaptarme, de hacer oficios y trabajos que nunca hice, pero que me dejarán una gran lección y herramientas que servirán cuando pongamos fin a la tiranía chavista, mientras espero que la condición de Asilo Político sea aprobada.
No dejo de escribir. Sería renunciar a mi vida, a mis principios y a mi país, el cual defiendo con esta “arma” que me dio la Universidad del Zulia, las calles, las redacciones de El Diario de Caracas, Reporte-diario de Economía, El Universal y El Nacional.
El exilio es duro porque debes comenzar de cero. Aprender un nuevo idioma. Construir nuevas amistades o relaciones. Adaptarse a sus reglas. Hacer oficios que nunca pasaron por tu mente, aunque siempre sentí respeto por quienes lo hacían -y lo hacen- en Venezuela y, en cualquier parte del mundo, como pintar, limpiar o apoyar a personas que me han necesitado o porque Dios quiso que tuviera en sus vidas. Sin embargo, os confieso que soy un rebelde con causa.
No renuncio, ni renunciaré a mi oficio predilecto, el periodismo.
A pesar de que las manos me duelan, que el alma me llore por la nostalgia y que me sienta solo, no dejaré de expresar en letras lo que siento; lo que debo informar; garantizar el derecho a otros a tener dónde expresarse; de recoger en palabras e imágenes el talento del buen venezolano que emigró y que, no sólo hizo a EEUU su país, sino que aún mantiene ese fervor hacia Venezuela, a los suyos, a la patria que, por cualquier circunstancia, tuvieron que abandonar o huir por la barbarie, como la familia Medina Coronel, a quienes agradeceré eternamente por su sinergia. En especial a la señora Alba, Fabiola y la pequeña Gabriela por su mano amiga en este país. Han sido una bendición durante este tiempo.
Sé, muy en el fondo, que la mayoría ora por una Venezuela próspera, libre y que las lecciones aprendidas por sus hijos, hoy fuera, sean aplicadas para ese fin.
EEUU da muchas cosas, pero en especial, el aprender a valorar lo propio; a respetar el orden; al otro; los bienes ajenos y tener la certeza de que puedes estar seguro. El imperio de la ley y el orden, algo que falta en América Latina.
Sí; aquí no es que estés exento de cualquier delincuente o un loco, pero si la gente se porta bien y acata las normas, tiene la certeza de que vivirá tranquilo.
La colega Roxana Peralta me preguntó hace días: ¿Y eres feliz?
Y, por un momento, no sabía qué responder.
“Estoy protegido, siento seguridad”, le afirmé.
Y es verdad: Esa sensación no la tendría en Caracas o cualquier sitio de mi país.
La felicidad puede que no sea completa si no estás con los de uno, con la familia Lugo Galicia y “sus derivados”, mi Moruy, mi Paraguaná, los amigos, los colegas; o no se hace lo que uno aprendió o le gusta.
Las pruebas de Dios son cortas e impuestas a sus más aguerridos seguidores, así que la felicidad está en el goce de la vida, de lo que hacemos sin importar dónde.
Desde aquí he podido escribir, entre otros, para portales de Venezuela (Crónica Uno, Hispano Post y La Gran Aldea) y de esta nación, como Te Lo Cuento News, The Miami Herald y Centro-Tampa, del Tampa Bay Times.
Y ayudé a crear un grupo de gaitas, Renovación Gaitera, que ya grabó tres temas que han sonado muy bien en el país, y tengo un Código Latino EEUU que identifica la causa de Venezuela, de América Latina, por ser grande.
La meta aún no ha sido cumplida: Quiero ver y construir la libertad de Venezuela y sé que, muy pronto, ese anhelo será una hermosa realidad.
El sacrificio por la Patria es pequeño ante lo que ella nos ha dado.
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